
Vivo en el mismo edificio desde hace 5 años, y jamás, pero jamás asistí a una reunión de consorcio. Obviamente no tengo idea del nombre de mis vecinos, a pesar de que algunos me llaman por el mío, o directamente “licenciada”.
Me molesta muchísimo la insistencia de algunos vecinos en comunicarse, por lo general aprovechan el encierro del ascensor para hacer preguntas o comentarios tediosos que trato de evitar habando por celular, peinándome o acomodándome la ropa en el espejo.
Así y todo, con los años puedo decir que viven conmigo:
Una vecina que tiene un caniche toy (que odia a mi perrito), y es la encargada de organizar reuniones extraordinarias porque para ella el edificio siempre esta expuesto a algún acto de vandalismo, según las noticias del dia. Si violaron a un achica en el barrio 120 viviendas, ella supone que el violador se tomo siete colectivos y que anda suelto por la zona.
Además, tengo unos vecinos estudiantes, quizás sean tres o cuatro, los cuales invitan chicas y tocan en la guitarra canciones insoportables como Seminare, El oso, y otras del estilo. Los odio además por que me tratan de Ud. o señora, y eso hace que su edad con la mía se separe por un abismo.
Hay un par de viejos que viven solos, otros divorciados, un par de parejitas jóvenes y algunos niños.
Me olvidaba de una vecina “viajante” que llega a horas inusuales, acompañada de algún galanazo, misteriosamente su pelo siempre esta impecable y jamás la vi de zapatillas.
Obvio, que tengo el peor portero del mundo, no conoce la puerta de entrada, se la pasa anichado en un cuarto y fuma absolutamente todo el día. El tipo te ve llegar cargada de bolsas de súper y no hace por abrirte la puerta.
Ante esta situación, considero que mi acto cívico debe limitarse a firmar las resoluciones del consorcio y a votar cuestiones pedorras por pura obligación.
Llegó un día como cualquier otro, agotada del trabajo y sufriendo los primeros calores de Tucumán, recibo una notificación para una reunión extraordinaria. El motivo, decidir e destino del ornamento de la entrada del edificio . Cito: “El ornamento aloja en su interior bichos y animales que afectan la higiene del consorcio”.
Pasemos explicar, el ornamento en una estructura de acero con forma fálica de 2 metros de largo rodeada de una enredadera con flores anaranjadas espantosas.
Mi primer reacción fue de extrema alegría, me imagine llegar a mi hogar sin tener que atravesar la presencia del "monumento al falo", adefesio denominado obra de arte realizado por un ex inquilino pseudo artista.
Como miembro del gremio femenino, la alegría me duró muy poco, luego, empecé a sentir esa extraña sensación que sufrimos cuando por fin cortamos una relación tormentosa. Si bien sabemos que la decisión fue la correcta, al cabo de un tiempo comenzamos a extrañar al sujeto en cuestión y a olvidar lo males para recordar los pequeños momentos positivos (o inventarlos si es necesario).
Tal es así que una vez sucedida la mutilacion, previa votacion de todos los vecinos, no pude no extrañar a ese pequeño espanto. Los días antes miraba el adefesio con una sensación de estar frente a un condenado a muerte.
Como miembro del gremio, sucedió lo impensado, un buen día llegaron los plantines y macetas modernas y volví a enamorarme de la entrada.
Confirmado: un clavo saca a otro clavo!