DATEROS

Cada cual posee en su grupo de amigos una persona que almacena datos como reliquias de muesos, sabe a qué medico acudir, a qué pizzería pedir delivery si estás en un barrio desconocido y a qué plomero llamar un domingo a la siesta cuando tu departamento se inunda.

Recuerdan números de teléfonos, fechas importantes, cumpleaños y nombre de personas y mascotas a pesar de haberlos visto una sola vez en sus vidas.

Yo los necesito.

Soy capaz de hablar a un Datero y preguntarles por la película que vi hace dos años y la recomendé como buena, o preguntarles qué vestido me puse para determinado casamiento, e incluso para que me pasen el teléfono del técnico que yo misma le pasé, pero que al buscarlo en mi celular no sé si lo grabé como “Técnico Pc”, “PC Mario”, “Marianao PC” o “Técnico Alberto”.

Sin el uso del Datero soy capaz de llamar al Técnico que corrí de mi casa por inexperto y roñoso o volver a alquilar una película que vi hace tiempo y que no me gustó o pedir un cadete de la misma empresa que me perdieron un sobre con papeles importantes.

Jamás tuve como pareja a un Datero, pero me parece que debe ser por demás de agobiante vivir con un tipo que te recuerde diariamente tus olvidos y equivocaciones, y que su frase de cabecera sea ¡Te lo dije!, por lo que al Datero es mejor tenerlo de amigo.

Hace unas semanas se fue del país mi amiga Datera por excelencia, aquella que me llamaba para hacerme acodar de cosa de mi vida que ni yo misma recuerdo, así que últimamente ando “como bola sin manija!” (a pesar de desconocer el motivo de esta expresión popular) cometiendo errores, tras errores que no habrían sido posibles si aun estuviera.

Amiga, este es mi homenaje.

imagen V.Vitar